Mira la PARTE I Ni el campo ni los implementos del exterminio, ni los exterminados, se muestran al espectador. No hace falta si éste tiene una cierta edad y una base cultural y humanista mínima. Algunos flashes de apenas fracciones de segundo agreden el ánimo de quien, quienes, nos cuesta digerir el contraste diabólico entre el paraíso y el infierno, separados por apenas una tapia con algo de alambre por encima. Flashes ínfimos como el pitido de un tren en la madrugada, algo de humo a lo lejos, la inspección rutinaria que no repara en dos hornos que están en reposo, la señora de la limpieza que va a lo suyo y al fondo hay una auténtica montaña de zapatos, bolsos o maletas, los ladridos lejanos de un perro pastor -alemán, por supuesto- , algunos alaridos humanos casi inaudibles … Hay también flashes algo más extensos y elaborados referidos todos a las inquietudes “laborales” del padre y esposo ejemplar, de sus colegas de los otros campos de exterminio, que ponen en común, en...