El ser humano busca maximizar las experiencias placenteras y minimizar las experiencias dolorosas. No obstante, hay placeres que traen desgracias e infelicidad. A veces, la búsqueda compulsiva del placer es, en realidad, una búsqueda mal orientada de la felicidad.
Para ser feliz, nuestro cerebro no solo necesita placer (comer algo rico, ver una película, masturbarse, etc); necesita sentirse cuidado y protegido (estar rodeado de personas que sacan lo mejor de uno, frecuentemente), tener propósitos y metas (estudios, un objetivo laboral, familiar); realizar actividades significativas (ir al gimnasio, sacar al perro, hobbies); así como sentirse relajado (con un masaje, yoga, baño caliente).
Contrariamente, hay actividades que fomentan que el cerebro se sienta en peligro y tenga ansiedad que no solo tienen que ver con la falta de pequeños placeres diarios; uno puede ser infeliz debido a problemas no resueltos (de pareja, económicos, etc); a la falta de metas; al nulo contacto social, al juicio propio y hacia los demás; al estar todo el día atendiendo a cosas negativas; etc.
Es necesario el placer para ser feliz pero, a la vez, metas que aporten significado a la vida, más allá de satisfacer deseos cortoplacistas.
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach especialista en nutrición y salud
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