Necesitamos cierta dosis de autoengaño cognitivo, ya que no somos tan especiales como nos creemos, ni como nos hacen creer nuestras abuelas, somos más bien del montón. Para aguantar esta realidad de "eres bastante normalito " nuestra mente nos engaña un poco. A algunos les dice cosas como “si es que soy buenísimo al tenis, menuda paliza le he dado, ni Rafa Nadal” (para nuestro cerebro y autoestima, es mejor pensar que somos los mejores a que nos defendemos mejor que nuestro compañero al tenis).
Generalmente, estos pensamientos caminan por nuestra mente a sus anchas y están distorsionando la realidad, la cual no nos gusta tanto. ¿Realmente nos sirven? Tener algún pensamiento que otro un poco distorsionado, no pasa nada; el problema aparece si tenemos creencias demasiado infladas: “soy un crack, no necesito practicar porque ganaré seguro”. Luego, nos gana un compañero que sí que se le da, especialmente, bien jugar al tenis y se resiente nuestra autoestima o distorsionamos más la realidad (“ha hecho trampas”).
Tenemos que detectar los pensamientos demasiado inflados, debemos intentar pescarlos para poder desecharlos o lograr sustituirlos por otros más adaptativos (“Se me da bien jugar al tenis pero, tengo que practicar para mejorar porque hay gente mejor preparada que yo”).
Hay otro tipo de personas que en lugar de autoengañarse y creerse mejores, le dan a la autocrítica y pretenden rendir al máximo rendimiento siempre sin importar si, a veces, sobrepasa sus propios límites o capacidades.
El autoengaño y la autoexigencia serán cualidades o un problema dependiendo de su intensidad y de cuánto se potencien. Sin llegar al extremo, pueden ser adaptativos.
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach especialista en nutrición y salud
Comentarios
Publicar un comentario